Este post me está costando más de lo que creía. Escribir sobre algo que no entiendo, cuesta. No entiendo el porqué fui tratada como un objeto cuando acudí a que me valoraran si «merezco o no» un grado de discapacidad. Sólo iba a una valoración, no sabía que sería tan duro aquel trámite.
Valorar si alguien necesita ayuda yo lo entiendo como un trabajo (más bien) humano, de personas con corazoncito. Por supuesto que entiendo el hecho de no empatizar con las personas que acudimos allí porque sinó supongo que sería muy duro gestionarlo, pero… aluciné. Aluciné con el «trato robot» de (almenos) las personas que me valoraron a mí.
Primera fase: psicóloga. Y…¡¡¡aquí llega mi primer consejo!!! (aplausos y gente celebrándolo de fondo) No vayas de valiente por la vida, acudir a este tipo de valoración SIN un informe psicológico clínico de 6 meses mínimo? Too brave, man!
No te olvides que los robots no entienden las cosas. Están programados. Para ellos y ellas no se puede llevar una mochila sin que te cause una gran carga mental. Si alguien acude aquí debe mostrar síntomas de, como mínimo, depresión. Deduzco que es el mensaje que llevan programado los y las robots del centro donde acudí yo.